Nacido en Armenia (Quindío) el 29 de Enero de 1.934, hijo de
María Ossa Ospina (de Pereira, Risaralda) y Julio Montoya Palacio (de Pácora,
Caldas), este estricto hombre mayor de 12 hermanos, vivió su niñez en la
capital Quindiana hasta que su familia se trasladó a una finca ubicada en las
afueras del municipio de Quimbaya, en el mismo departamento.
En este municipio pasó gran parte de su juventud y forjó lo
que sería su vida posterior: realizó sus estudios de secundaria en el instituto
Quimbaya (hasta 9° grado), que le brindarían la oportunidad de vincularse
rápidamente a la vida laboral; integró el cuerpo de bomberos voluntarios donde fomentó
su labor de servicio desinteresado a la comunidad y conoció a Lesbia Londoño
Marín, quien sería su esposa y compañera de ahí en adelante.
Desde temprana edad tuvo un carácter serio, aplicado y
estricto, tanto así que sintió gran empatía por la vida militar a la cual quiso
ingresar al terminar sus estudios, pero las diferencias políticas que eran tan
importantes en la vida de los años 50´s en Colombia le impidieron realizar su
sueño y lo enviaron a seguir su destino que estaba en su familia, las oficinas
bancarias y la Defensa Civil.
En 1.957 contrajo matrimonio e inició labores en La Caja
Agraria, banco que le daría el sustento por muchos años y que lo pondría a
rodar por la geografía colombiana. Un año más tarde fue trasladado a El Espinal
(Tolima) donde nació su primera hija Marta Elsa, luego a Chinchiná (Caldas)
donde nació Gloria Carmenza, la segunda.
Para la familia de Lesbia, su esposa, Medellín se empezó a
proyectar como un destino lleno de oportunidades y decidieron trasladarse a
esta nueva capital industrial, estuvieron allí pocos meses, pero el trabajo
movió de nuevo su residencia, esta vez para el municipio de Cañas Gordas
(Antioquia) con el Banco Cafetero. Por
esa época nacieron en Medellín su tercera y cuarta hija María Elena y Liliana y
posteriormente volvieron a Quimbaya para dar a luz a Lina María, la quinta.
En 1.968 vuelven a probar suerte en el Valle de Aburrá, esta
vez para establecerse en el lugar que sería su hogar por el resto de sus días,
el municipio de Envigado. Allí empieza a
trabajar en el Banco Comercial Antioqueño, de donde saldría jubilado en el
futuro y nace su sexta y última hija Lorena.
Por esa combinación de militar estricto y tierno padre de 6
mujeres, encajó perfectamente en la Defensa Civil, a donde llegó en 1.970
gracias a la invitación de Raúl Londoño, su cuñado. A medida que la Defensa Civil se iba
transformando de una entidad casi policial al organismo social y de socorro que
es hoy en día, Don Gabriel se fue enamorando más de la institución hasta ponerla
como número uno de sus prioridades, a veces por encima de su familia, como
relata su esposa.
De ahí en adelante, su vida transcurrió entre su trabajo como
visitador del banco por toda Colombia, su hogar de 7 mujeres, su ejercicio
físico diario, su enorme colección musical y su Defensa Civil, a la cual le
atendió todos sus llamados, incluyendo episodios tan importantes como el
terremoto de Popayán, la tragedia de Armero o el deslizamiento del barrio
Villatina de Medellín, el cual lo dejó marcado por una experiencia
conmovedora: Después de 3 días de trabajo incomunicado con
su familia porque en la época no habían teléfonos celulares, llegó a su casa
triste, pues como padre de 6 hijas sintió como suyo el dolor de sacar de entre
la tierra, primero una cuna y luego el cuerpo sin vida de una pequeña
niña. Esa tarde Don Gabriel lloró, lo
cual era raro en ese hombre aparentemente duro.
Durante sus 42 años de voluntariado, Don Gabriel Montoya
realizó varios cursos, recibió más de una docena de distinciones y ocupó casi
todos los cargos dentro de la junta directiva de la Defensa Civil
Envigado. Cuando no estaba vestido de
naranja, estaba ejercitándose dándole vueltas a la cancha del barrio El Dorado
o con sus aparatos de gimnasio hechos por él mismo que instaló en el patio de su
casa. También pasaba tiempo escuchando
música e intercambiándola con otros melómanos y en su hogar, pendiente de los
cuidados de su compañera que a veces amanece malita debido al asma que la
aqueja.
El 24 de octubre de 2.012, después de sus ejercicios
matutinos, un malestar lo obligó a ir al médico, lo cual trató de evitar toda
su vida. Fue hospitalizado e intervenido
quirúrgicamente pero 4 días más tarde una neurisma estomacal terminó con la
vida de este hombre ejemplar.
Hoy, Don Gabriel Montoya vive en la mente de quienes lo
conocimos y aprendimos de su experiencia y sabiduría, vive en cada rincón de la
sede de Defensa Civil Envigado, vive en las flores de su jardín, detrás de la
puerta de su cuarto donde mantenía colgado el uniforme naranja para salir de
afán en cualquier momento, en un cuartico del patio donde están sus cascos,
herramientas y aparatos de gimnasio caseros, en un mueble donde dejó cientos de
cassettes y CD´s con sonidos que amaba y que iban desde boleros hasta clásica, vive
en los ojos cansados de Doña Lesbia Londoño y en los hogares de sus 6 hijas;
vive y tiene que seguir viviendo porque un legado como el de Don Gabriel
Montoya debe preservarse.
Biografía por: Jaime
Rincón, Jefe de Comunicaciones JDC Envigado.